Hay algo profundamente hermoso en una jarana criolla, no necesita protocolo, ni invitación formal. No exige trajes elegantes ni un conocimiento experto de ritmos. La jarana es más corazón que técnica, más alma que forma. Y es que, aunque no sepas cantar ni bailar, una jarana siempre tiene un lugar para ti.
En Bitute Fusión Food, la jarana no es solo un recuerdo lejano del Perú; es una costumbre viva, es parte de nuestra esencia. La sentimos en cada guitarra que suena, en cada vaso de pisco que se levanta al brindar, y en cada plato que llega a la mesa para reunirnos. Si ya te emocionaste con nuestro artículo sobre los instrumentos que no deben faltar en una jarana, o te conmoviste con la diferencia entre parihuela y sudado, sabrás que la comida y la música son solo el inicio de algo más profundo: una celebración de lo que somos.
Una invitación abierta
La jarana, esa celebración criolla que nos define, no tiene reglas estrictas. Puedes llegar tímido, con miedo a hacer el ridículo si no sabes cómo seguir un vals o cómo entrarle a una marinera. Pero pronto descubrirás que nadie está juzgando, porque todos estamos demasiado ocupados disfrutando.
No importa si desafinas, si tus pies van para un lado y el ritmo para otro. Lo importante es que estés ahí, que te rías, que te dejes llevar. Es una fiesta de emociones, de identidades, de recuerdos que huelen a cilantro, a cebolla recién picada, a ají dorado en la sartén.
La mesa también canta
Y si realmente no te animas a cantar o bailar, no importa. Puedes participar desde otro lugar igual de poderoso: la comida. En Bitute Fusion Food, cada plato es parte de esa jarana.
El Lomo Exótico, con su mezcla de sierra y selva, el Ajipi Jay que llega con picardía marina, el Tacu Tacu con Lomo Saltado que reúne lo mejor del criollismo, o esa Ronda Marina que parece un banquete traído del mar… todos son invitados al festín. Son ritmos distintos, en forma de sabores, que no necesitan letra para emocionarte.
Y no olvidemos nuestros ceviches, protagonistas del artículo El Ceviche Perfecto, donde la frescura y la tradición se abrazan como dos amigos que no se ven hace años pero se entienden sin hablar. Ahí también hay jarana.
El alma de la jarana
Lo más bonito de todo esto es entender que la jarana no se mide por talento, sino por entrega. Si estás ahí, si estás dispuesto a reír, a compartir, a dejar que la emoción te atraviese, ya eres parte. La voz que no te animaste a sacar la encontrará otro. Las palmas que no diste se convertirán en sonrisas, en miradas cómplices.
En la jarana todos somos protagonistas, aunque no estemos al frente. Incluso el que observa, el que escucha, el que simplemente se deja conmover, está cantando con el alma.
Un Perú a la vuelta de la esquina
Y si después de tanto ritmo, tanto brindis y tanta emoción, el corazón te pide un respiro, a solo unos pasos tienes otra forma de visitar nuestro querido Perú. Justo en la otra esquina, en Jama Fusion Food, vive el mejor chifa peruano de Madrid. Allí no hay peña, es cierto, pero hay sazón, tradición y un ambiente tan familiar que cada plato sabe a casa. No es una jarana, pero es otra manera de celebrar quiénes somos.
Jarana para todos
Así que la próxima vez que dudes si ir o no a esa jarana criolla, si te preguntas si estarás “a la altura” porque no sabes ni una letra de José Antonio, recuerda esto: nadie te mide por tu voz ni tus pasos. Te abrazan por tu corazón. La jarana es un acto de amor, y el amor no se exige, solo se siente.
Ven, siéntate a la mesa, canta con la cuchara, baila con la risa, haz tuyo el momento.
En Bitute Fusion Food siempre habrá un plato caliente, una canción de fondo y una silla vacía esperándote. Porque esta jarana es, y será siempre, para todos.