Si alguna vez has estado en una verdadera jarana criolla, sabes que no es solo una reunión con música. Es algo que va más allá de una simple fiesta, es un ritual que se vive con el alma y el corazón. Es el momento en que la guitarra empieza a sonar, el cajón marca el ritmo, el pisco llena los vasos y las voces se alzan para cantar esos valses que han sido testigos de amores, penas y alegrías.
Desde los barrios antiguos de Lima hasta las reuniones en casas donde la música no tenía hora de inicio ni fin, la jarana criolla ha sido el alma de nuestra identidad. No es un concierto donde alguien canta y otros aplauden. Aquí todos participan. Todos cantan, todos sienten, todos vibran, todos realmente disfrutan.
¿Cuándo nacieron las jaranas criollas?
En las primeras décadas del siglo XX, las jaranas se vivían en casas de familia. No necesitaban de invitaciones formales. Si pasabas por una casa y escuchabas el sonido de una guitarra y una voz encendida entonando El Plebeyo, sabías que ahí había jarana. Bastaba con tocar la puerta o simplemente entrar. Nadie preguntaba quién había llegado, porque lo importante no era quién eras, sino que ibas a cantar.
Las primeras jaranas se hacían en barrios tradicionales como el Rímac, Barrios Altos y La Victoria, donde los criollos se reunían después del trabajo. A veces, empezaban con un simple brindis, pero siempre terminaban con el amanecer sorprendiendo a todos con la voz gastada y el alma llena.

Los personajes que hicieron de la jarana un arte
Los personajes que hicieron de la jarana un arte y si hablamos de jaraneros de verdad, hay nombres que no pueden faltar:
Nicómedes Santa Cruz, el poeta de la calle, quien con sus décimas improvisadas convertía cualquier conversación en pura música.
Chabuca Granda, la mujer que con su elegancia hizo que el vals se convirtiera en poesía.
Óscar Avilés, cuya guitarra era como otra voz en cada jarana, respondiendo a cada canto, siguiendo cada emoción.
Arturo ‘Zambo’ Cavero, quien con su voz potente hacía que cualquier canción se sintiera en el pecho.

La jarana criolla en Madrid
A miles de kilómetros de Lima, en Madrid, la esencia de la jarana criolla sigue viva en Bitute Fusión. Aquí la música y la gastronomía Peruana se entrelazan para traerte un pedacito de Perú en cada presentación. No se trata solo de un restaurante, es un rincón donde los peruanos encuentran su casa lejos de casa y donde quienes aún no conocen nuestra cultura terminan enamorados de ella.
Todos los Viernes, Sábados y Domingos en Bitute Fusión hay una celebración. La guitarra y el cajón toman el protagonismo, las voces se alzan con la pasión de siempre y los brindis se repiten al ritmo de un vals. Mientras suena Contigo Perú o La Flor de la Canela, en la mesa se disfrutan los mejores sabores de la gastronomía criolla: un lomo saltado jugoso, una causa limeña con el toque perfecto de ají, o un seco de cordero que te devuelve a los almuerzos familiares en casa de la abuela.
Pero si te gusta la fusión de sabores, a pocos metros de Bitute Fusión, esta JAMA FUSION donde el arte culinario peruano se mezcla con lo mejor de la cocina chifa. Porque si algo sabemos hacer los peruanos, es convertir cada encuentro en una celebración y cada bocado en un viaje de sabor.

La jarana criolla en Madrid
Si quieres vivir la experiencia completa, aquí tienes una lista de los himnos infaltables en una verdadera jarana:
- Contigo Perú
Arturo ‘Zambo’ Cavero
- José Antonio
Chabuca Granda
- Cuando llora mi guitarra Augusto Polo Campos
- Y se llama Perú
Arturo ‘Zambo’ Cavero
- El plebeyo
Felipe Pinglo Alva
- La Flor de la Canela
Chabuca Granda
- Fina Estampa
Chabuca Granda
- Alma, corazón y vida
Los Embajadores Criollos
- Nuestro secreto
Eva Ayllón
- Se acabó y punto
Cecilia Bracamonte
Si alguna vez te has sentido llamado por los acordes de una guitarra criolla o el repique del cajón, si alguna vez has sentido cómo un vals te eriza la piel, entonces la jarana vive en ti. Y si aún no lo has experimentado, te invitamos a Bitute Fusión en Madrid. Aquí, la música no solo se escucha, se siente. La comida no solo se prueba, se disfruta. Y la jarana no solo se vive, se lleva en el corazón.
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